sábado, 11 de enero de 2014


Detrás de ti la luz, tu sonrisa dulce e inocente, tus manos en mi cuerpo, amanecer en la playa, mi cuerpo alabándote, esos días inolvidables, cuando conocí la verdadera magia, cuando noche tras noche iba a buscarte, cuando me mirabas y cerrabas los ojos sonriendo, caminando desnudo por la habitación mientras yo miraba cada parte de tu cuerpo, memorizando cada detalle, tu cuerpo perfecto, tus pies hermosos, bailando en la oscuridad, como puede caber tanta belleza en un ser?, me preguntaba, temerosa, siempre temerosa de perderte, pero ya no hay miedos, solo agradecimiento, y el sentimiento eterno de nuestro amor tan puro, tan tonto y sabio a la vez.
¿Recuerdas el horizonte? Los colores de nuestros atardeceres, cuando acariciabas mi rodilla y en la carretera se impregnaba mi canto, mi canto ofrenda, mi canto conjuro, mi canto fue mi mejor forma de hacerte entender… de hacerte ver lo que soy y lo que eres para mí, porque ahora, desde mi más inocente e infantil llanto, puedo sentirte, y volar hacia ti, mientras duermes.

Patinando hacia nuestro único rumbo, el presente, donde todo era nosotros amándonos. ¿Como sucedió todo esto? Podría morir ahora sabiendo que sentí lo más bello que un ser humano puede sentir.
¿Recuerdas cuando lloraba cuando hacíamos el amor? No podía contener tanta luz, tanto amor y agradecimiento de tenerte, de que alguien como tú me amara, lo recuerdo, lo recuerdo, esa soy yo… amándote soy yo. Y mi cuerpo desaguándose sin miedos, mientras chocaba  nuestra materia, nuestra esencia se desbordaba y se unía, era demasiado, demasiado,  tanto que recordarlo es volverlo a sentir, volver a llorar, volver a volar.
El regalo más hermoso, que aún vibra en mi pecho, es el que solo tú y yo conocemos, llenos de pintura, me tomabas en el suelo, y el sudor nos despintaba, y como fuera, contra la pared, escondidos en algún lugar, en el carro estacionado en la playa, o en la cama, no había limites para nuestra pasión, para nuestra lujuria divina cuando mi agua te bendecía y a sorbos me bebías, cuando lloramos en la regadera, cuando todas tus palabras eran poesía mientras me penetrabas, se que fui yo la que fallé, la que te hizo verme diferente y todo ese trance se fue… perdóname, como lamento ya no poder revivir eso, y temerle a quien más amo cuando antes me parecías tan inofensivo….
Ahora entiendo todo… cuando me dejabas y me soltabas al vacío, no era vacío, era yo, no quería estar conmigo, sola, sin ti, porque tú eras el que siempre me salvó de mi misma… de mi estupidez…  y tú si podías dejarme, porque tú eres puro y no necesitas de nadie para ser feliz… ahora que estoy conmigo, me abrazo y me sano a mi misma pensando que quizá algún día todo eso podrá regresar y tú serás tú sin dañarme cuando yo deje de temerte, porque temerte  es perderte…


Y le pido al universo, que no me deje caer, regresar a mi mierda cuando todo lo que hacía era destruirme, porque nadie me hizo ver mi belleza hasta que llegaste tú. Perdóname, si fallo y olvido quien soy, por favor no me sueltes que por ti daría mi vida sin pensarlo.  Siempre estuviste, siempre estas, y siempre estarás, pero ahora me arranco de ti para demostrarme a mi misma que puedo amarme con todo lo que tú me enseñaste. Gracias, de verdad, hombre alucinante y majestuoso, gracias.

miércoles, 8 de enero de 2014



Yo soy sangre y cielo, 
ceniza y fuego, 
soy conjuro y sollozos, 
gemido y silencio. 
La tierra me esconde, 
parto de fuego, 
libertad que carcome 
lo podrido del tiempo.